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Cómo convivir con tus síntomas: Segunda Parte

GettyImages/Chinnapong

Si en el post anterior os hablaba de los síntomas físicos, a prioiri para muchas personas, los más invalidantes y los que más asustan, en esta ocasión os voy a hablar de los problemas cognitivos asociados a nuestra compañera de viaje y para mí los más aterradores.

Como persona que se dedica al mundo de la palabra, de la comunicación, el hecho de no ser capaz de expresarme es algo que realmente me paraliza. Quedarme en blanco en medio de una reunión, no ser capaz de verbalizar mis ideas o tartamudear porque no encuentro la palabra adecuada son algunos de los síntomas que he experimentado desde que me diagnosticaron Esclerosis múltiple. Los problemas más habituales que suelen surgir en el ámbito cognitivo se relacionan con la falta de atención, la memoria y la velocidad de procesamiento de la información, siendo este último el más frecuente.

Empecé a notar estos síntomas cuando aún estaba embarazada, pero precisamente por ello no le di mayor importancia. Todo el mundo sabe que durante esta etapa de la vida de la mujer, nuestra mente y nuestra memoria nos juegan malas pasadas. Pero los meses pasaban y mi deterioro no remitía. Entonces llegó el diagnóstico y un rayo de luz que me ayudó a entender que no me había vuelto una inútil, sino que la mielina de mis nervios estaba dañada y la información no fluía como debía, sino mucho más lento.

El complejo de inferioridad que había ido surgiendo en esos meses, se transformó en miedo. La sensación inexplicable de desesperación al no poder seguir las conversaciones de mis compañeros, al querer participar en una reunión del trabajo y tener que quedarme callada porque no encontraba las palabras adecuadas, se transformaron en pánico. El olvidar las cosas que estaba haciendo hacía 5 minutos porque alguien me había interrumpido, me estaban convenciendo de que o me estaba haciendo mayor o me estaba volviendo loca. Pero no, todo tenía una explicación, y todo, como siempre, con buena predisposición y un poco de esfuerzo, se podía combatir.

Además, la fatiga propia de la enfermedad, sumada a la ansiedad que me provocaba esta nueva situación, se convirtieron en un círculo vicioso en el que me vi atrapada, porque cuando una persona está muy cansada, la memoria y la concentración no funcionan con normalidad, tengas Esclerosis Múltiple o no.

Cada persona es un mundo y cada esclerosis también, no todos tenemos los mismos síntomas, ni a todos nos afectan de la misma manera, por eso comúnmente se conoce

como la enfermedad de las mil caras. Las dificultades de memorización y aprendizaje, la lentitud en el procesamiento de información, la falta de atención y concentración, y la dificultad de resolución y evaluación de problemas son las más comunes, pero no las únicas. Cada uno tenemos nuestros síntomas y vivencias que poder contar.

Para mí la perdida de fluidez en el habla y la mente en blanco, son sin duda los peores. Si te encuentras en una etapa de aprendizaje como la universidad, quizás para ti la falta de concentración y la fatiga mental sean las peores.

¿Cómo combatir el deterioro cognitivo?

Como cualquier otro músculo, el cerebro necesita ser entrenado para mejorar su rendimiento. Y como cualquier entrenamiento deportivo, este debe ser constante y acompañado de una buena alimentación que ayude a fortalecerlo.

La lectura es la mejor manera de ejercitar tu mente, si eres de los que la literatura no te apasiona y llevas desde el colegio sin leer un libro, este es el momento de cambiar de hábitos. No tienes por qué leerte El Quijote, puedes empezar por cosas más fáciles como comics o libros juveniles.

Los pasatiempos, sudokus o crucigramas también son una gran manera de ejercitar tu cerebro, además te ayudarán a divertirte y pasar un rato entretenido, a la vez que te ayudan a fijarte retos y motivarte.

Si eres de naturaleza curiosa y te gusta aprender constantemente cosas nuevas, estas de suerte. Las ganas de aprender y descubrir te ayudarán a mantenerte alerta y entrenar tu cerebro.

Algo muy muy importante es huir del estrés, la ansiedad y cualquier situación que te genere una bajada de defensas. Esto hace que tu cerebro se contraiga y te resulte más difícil concentrarte. Por el contrario anímate a reír, a practicar ejercicio físico y a ver la vida con otro prisma. Cuando estamos alegres generamos serotonina, la hormona de la felicidad que nos ayuda a mejorar nuestra concentración, nuestra memoria y muchas cosas más.

Y no olvides descansar bien y cumplir una rutina de sueño que te ayude a mantener tu cerebro despierto y vivo.

Si notas algunos de estos síntomas y estos consejos no te resultan útiles, no dudes en acudir a un profesional que te asesore. La eficacia de la rehabilitación neurológica supervisada por neuropsicologos está científicamente demostrada. No tengas miedo y pide cita para una valoración, tu calidad de vida puede mejorar considerablemente con un poco de trabajo y esfuerzo.

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